Sostenibilidad
Nuestra gestión del carbono
Queremos estar a la altura de nuestra responsabilidad en lo que respecta a la protección del clima. Una forma de conseguirlo es con nuestros productos, que permiten a nuestros clientes reducir las emisiones de CO2. Pero eso no es todo: también nos hemos vuelto más eficientes en nuestra producción y uso de la energía, cada vez utilizamos más electricidad generada por fuentes renovables y desarrollamos tecnologías básicamente nuevas con emisiones bajas.
En los últimos decenios, BASF ya había conseguido reducir sustancialmente las emisiones de CO2 optimizando la generación de energía y los procesos de producción y, al mismo tiempo, reduciendo sistemáticamente las emisiones de óxido nitroso. Proseguimos con estos esfuerzos y también estamos sustituyendo paulatinamente los combustibles fósiles con fuentes de energía renovables en nuestras compras de electricidad. Además, para recortar de forma drástica las emisiones de gases de efecto invernadero, los investigadores de BASF están trabando intensamente en el desarrollo de procesos de producción básicamente nuevos con emisiones bajas de CO2.
Somos optimistas y creemos que estos procesos podrán implementarse a partir de 2030. Nuestro objetivo principal en este caso: queremos acabar por completo con las emisiones de CO2. Para lograrlo, otras opciones, como el uso de biomasa, CO2 o residuos como materias primas en la producción química, desempeñarán un papel cada vez más importante. No obstante, la disponibilidad de biomasa en niveles sostenibles es finita.
Por el momento, hay límites a los usos de CO2 debido a la gran cantidad de energía que se precisa.
El marco de condiciones también será decisivo para la implementación satisfactoria de nuevos procesos de producción respetuosos con el clima. Las nuevas tecnologías requieren volúmenes muy grandes de energía renovable a precios competitivos. Sectores como el de la industria química, que compite en un mercado internacional, no pueden repercutir en sus clientes los costes adicionales originados por las tecnologías con bajas emisiones de CO2. Por lo tanto, la mejor solución para garantizar la competitividad es una fijación del precio del carbono similar en todo el mundo... o al menos en los países del G20.